Stop Zampabollos

02.10.2014 11:36
 
Ayer, el Ministro de Agricultura reciclado en candidato del Partido Popular para las elecciones europeas celebradas el pasado mayo y aspirante al puesto de Comisario Europeo, nada menos que de Energía, se sometió al examen del Parlamento Europeo para decretar su idoneidad para el cargo.
 
 Para presentarse con un mínimo de decencia ante el resto de eurodiputados, el zampabollos de Cañete, ha vendido las acciones que tenía en empresas petroleras, las de él y las de su hijo, para tratar de no incurrir en un claro conflicto de interese entre sus negocios privados y su actividad pública. También ha cambiado su declaración de bienes, en la que no había incluido los sobresueldos que recibía del Partido Popular y que por supuesto, no declaraba en España.
 
Si atendemos a las preguntas que le hicieron sus compañeros en Bruselas, todos parecen tener claro que endiñarle tus negocios a tu cuñado, disimulando tus intereses en varias petroleras, no cuela y que los cuñados solo sirven para atormentar al resto de la familia en las cenas navideñas con sus insoportables chistes y su aberrante conocimiento de cualquier tema de interés mundial.
 
No faltó quienes le recordaron sus infumables declaraciones machistas sobre la supuesta superioridad intelectual del hombre sobre la mujer en los debates políticos que le imposibilitaron para quedar medio bien delante de una Elena Valenciano que le dio un baño en el debate que se celebró con motivo de la campaña de las Elecciones Europeas en mayo.
 
Si todo lo anteriormente expuesto no fuera suficiente para inhabilitar a un personaje oscuro como Cañete para el puesto de Comisario Europeo, nada menos que de Energía, baste saber que su familia se agenció unos buenos millones en ayudas de la PAC, casualmente cuando él era Ministro de Agricultura, lo que no sé si será ilegal, que puede, pero lo que sí tengo claro es que es absolutamente indecente e inmoral.
 
Cañete fue el que el 16 de noviembre de 2002 dijo textualmente: “Afortunadamente, la rápida intervención de las autoridades españolas alejando el barco (el Prestige) de las costas hace que no temamos una catástrofe ecológica, como ha sucedido en otras ocasiones, ni prevemos grandes problemas en las aguas españolas ni para los recursos pesqueros”. Nada más que por esto, en lugar de Comisario Europeo de Energía había que nombrarle ecologista honorífico del mundo, qué digo del mundo, del universo entero.
No nos olvidemos tampoco de sus comentarios sobre su ingesta de yogures caducados o duchas frías para ahorrar, él, que lleva forrándose el lomo de millones desde que Franco llevaba lanza. O los clasistas, racistas y xenófobos sobre la incapacidad de los camareros extranjeros de comportarse como lo hacía el servicio español de pura cepa.
 
No hay más que poner su nombre en un buscador de internet para recrearnos con las fotografías del señor Cañete comiendo cualquier cosa comestible que haya a su alrededor, comiendo y bebiendo a dos carrillos, comiendo y bebiendo siempre a costa del contribuyente. Eso sí, siempre compaginado esas comilonas con sus intereses en la empresa privada que le hacen ser el Ministro más rico de Rajoy.
 
Son tantas las razones por las que Cañete no debe ser jamás Comisario Europeo, que ayer el hashtag #STOPCAÑETE fue tendencia en España y en Europa, incluso por encima de la Liga de campeones de fútbol o de cualquier ídolo adolescente. Quizás no todo esté perdido, quizás los ciudadanos y ciudadanas europeas estamos despertando del largo letargo en el que nos tenían sumidos los unos y los otros, quizás todavía haya esperanza de construir una Europa mejor para nuestros hijos, quizás, si no se come todo el zampabollos de Cañete.