Telecinco y otras miserias
10.02.2015 21:20
Seres reptilianos regurgitando hordas de grotescos peleles,
ejércitos de colaboradores vendidos como canon en la tele.
Observo el anodino espectáculo engullendo yonkilatas,
mientras me saco algún que otro mocarro de las napias.
Me sumo desde el sofá al espestáculo circense de desarrapados,
comiendo sándwiches de “fuegrás” como un desgraciado.
Contemplo el suicidio de la conciencia colectiva sin voz ni voto,
mientras me rasco con fricción las gotas de sudor del escroto.
Mi tedio acaba sacando a colación el kit de supervivencia,
el que huele a polvorín, reino fungi y lefa postmoderna.
El sabor de la derrota se paladea intensamente en la boca,
cuando uno está a punto de vender su cuerpo a la droga.
Mis pupilas ojipláticas son testigos de toda esta miseria,
de verme empapado en drogaína como un mono de feria.
Escrutan mi entrañable misticismo de sucio degenerado,
mientras busco por el suelo algún triste cupón caducado.
Si no apareces por el piso en esta flagrante noche invernal,
tendré que comer techo en un cóctel de drogas y Orfidal.
Sinceramente querida, yo soy carne de lo que tú quieras,
mi raquitismo no se merece que le rechaces de esta manera.
Si te echo de menos es porque me siento como un feto,
necesito alimentarme a través de tu conducto placentero.
Esta noche no regresas y me siento como un perro apaleado,
me obligas a salir en la noche a por un chute de algo mal cortado.
Con mis cupones de descuento practico la papiroflexia,
consiguiendo orgasmos de absoluta trascendencia.
Soy un cabrón que lleva su drama con mucha dignidad,
a veces me pica el ojete, pero como a toda la humanidad.
Alimentado de sopa china, encurtidos y latas de fabada,
me cuesta hacer de vientre, y por eso escribo chorradas.